viernes, 26 de junio de 2015

OTRO VASO DE CERVEZA CURIOSO

     En el recorrido que vengo realizando por los vasos de cerveza más curiosos que tengo no podía dejar de referirme a uno de cuya adquisición guardo un amable recuerdo.

     Se trata de un vaso de forma inusual que vi por primera vez en mi vida, y en el que degusté una rica cerveza holandesa, con ocasión de un viaje por Holanda al que había sido invitado y en cuyo transcurso, recorriendo varias preciosas ciudades y bellos parajes y catando diversas cerveza y exquisitos quesos, pasamos por un atractivo lugar en el que una serie de molinos de viento componían un panorama singular y que recalcaba la personalidad del país como si de una decoración fantástica se tratara..

     Fue un agradable hallazgo descubrir que uno de ellos albergaba un restaurante montado con exquisito gusto con decoración típica mente holandesa y dotado de una carta done un menú, no demasiado extenso, pronosticaba deliciosos platos y que, naturalmente, suscitó la curiosidad que, unida al apetito que ya, por la hora, se dejaba sentir, nos decidió a emprender la aventura gastronómica de comer en tan singular establecimiento.

     A la sorpresa del hallazgo se unió la de comprobar que, al pedir una cerveza para iniciar la comida, ésta me fue servida en un curioso vaso de forma cónica, insertado en un taco de madera. Aguijoneado por la curiosidad pregunté al camarero por el motivo de tener tan curiosos recipientes y, con la ayuda de uno de los dueños que se expresaba bien en español me explicaron que aquellos vasos eran una antigua tradición que tenía un motivo fundamentalmente económico.

     Los bebedores que se juntaban a beber cerveza solían darle largas dejándolas sobre el mostrador pero al tener aquella curiosa forma no tenían más remedio que mantenerla en la mano con lo que la cerveza se calentaba por lo cual había que beberla con presteza y así  el pedido de la siguiente se producía mas rápida y frecuentemente. Con el tiempo se impuso dotar las copas de un soporte para poder depositarlas en la mesa y de ahí se derivaban las que nos habían servido y que tanto me habían sorprendido.

     Nos explicaron, también, que para la costumbre de tomar junto a la cerveza un chupito de aguardiente o de ginebra, tenían otras copas en miniatura de la misma forma en las que se servía el licor y que se solían dejar caer dentro de la cerveza para que la mezcla con el licor se produjera en el mismo vaso en el que se degustaba la bebida. Economía de consumo podría haberse denominado el sistema.

     Tanto el lugar como el almuerzo, la cerveza y, sobre todo, la originalidad de las copas supuso una agradable experiencia y un capítulo más para mi conocimiento de las cervezas que finalizó, ¡como no! rogándole al dueño del restaurante que me vendiera cuatro ejemplares para poder disfrutar de su posesión junto a otras copas, vasos y jarras de muy diferentes formas y tamaños. La amabilidad del restauarador holandés cumplió mi deseo y el grato recuerdo de aquel pintoresco restaurante me acompaña desde entonces.

     Y los curiosos vasos los he usado, compartiendo ricas cervezas con amigos, en más de una ocasión.

¡Salud y buenas birras!




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