lunes, 23 de febrero de 2015

LOS DORADOS TONOS DEL OTOÑO HOLANDÉS


Hace muchos años ya publiqué este artículo en una revista de turismo y viajes.
Hoy he estado charlando sobre Holanda y me ha despertado el ánimo de resucitar el artículo por si a alguno de los lectores le interesa.

UNA ENORME VARIEDAD DE LUGARES Y SENSACIONES DE PROFUNDA BELLEZA.

Para el viajero que recorre Europa o para el turista que quiere aprovechar los escuetos días de sus vacaciones, Holanda, ese pequeño país enfrentado desde siempre a los embates del Mar del Norte de los que se defiende mediante la ingente obra de diques y esclusas que protege sus tierras bajas de las amenazadoras inundaciones, supone el encuentro con una mundo en el que los lugares insólitos, los ambientes naturales, las viejas ciudades, las tradiciones mas añejas, las mas modernas formas de vida, el colorido y la singularidad configuran un mosaico curioso y apasionante.


A las grandes ciudades como Der Haag (La Haya), Amsterdam, Maastrich Utrech o Rotterdam se contraponen otras de medidas mucho mas reducidas en las que los aires que se respiran nos transportan a tiempos pasados que han quedado prendidos en sus añejas fachadas,

Delft, Haarlem, Gouda, Leiden, Dordretch, y tantas otras pequeñas ciudades, conservan el sabor de la historia y el aroma de las tradiciones en cada uno de sus rincones.

A través de todo el intrincado laberinto de sus canales, han pasado, a lo largo de los años, los viejos barcos cargados de tulipanes y de ilusiones. Sus aguas reflejan los bordados de los visillos que adornan las ventanas de unas fachadas que parecen extraídas de un decorado preciosista, los millares de bicicletas alienadas en sus orillas, o el revolotear de los pájaros que se miran en el espejo de la corriente.

En el otoño Holanda se viste de colores dorados que la llenan de un ambiente entre misterioso y añejo, con la transparencia de una atmósfera sutil y llena de aromas indefinibles.

El dorado de las hojas de los árboles reflejándose en el agua de los canales. El dorado de los tejados reverberando con las luces del crepúsculo. El dorado de las flores en los jardines apagando sus colores. El dorado de los interiores cálidos de sus pubs en los que los grifos de sus incontables clases de doradas cervezas lanzan destellos dorados a la luz de las lamparas de romántica silueta.

Uno de los motivos que podrían justificar un viaje a Holanda en otoño, además de disfrutar con la excepcional dulzura de sus otros incontables atractivos, sería, si no hubiera otro, el de conocer la cerveza en uno de los lugares donde con mas cuidado y delicadeza se produce.

Si los holandeses no fueron los que inventaron la cerveza, si es cierto que han sido de los que mas han velado por su calidad y su prestigio.

Los autobuses que a diario acuden llenos de visitantes a disfrutar de las impresionantes instalaciones de la cervecería Heineken de Amsterdam lo atestiguan tanto como los miles de turistas que se acercan curiosos hasta la sombre de un enorme molino, en donde se encuentra la pequeña fábrica IJ en la que un cantante reiterado dio rienda suelta a su ilusión de aficionado a la cerveza.

Copas altas y esbeltas o rechonchas y amplias, atulipanadas o de formasextrañas, sirven de marco al espectáculo burbujeante de las cervezas que ofrecen la amplia gama de sus dorados matices a sus incondicionales.


Seguramente merece la pena ponerse en manos del dueño de cualquier cervecería para, en el agradable entorno de sus paredes cubiertas de telas y maderas, aceptar sus sugerencias que, a buen seguro, pasarán por dar a conocer al viajero las cervezas de temporada, como la de otoño, la de Pascua, la de Navidad o la de guardar con sus especiales características, sabores, aromas y matices cromáticos.

El otro dorado que llena toda Holanda es el de los quesos. Quesos redondos de tersa superficie dorada o inmensas piezas, transportadas en una especie de angarillas por los fabricantes, que se exhiben en los mercados y las tiendas llenando la vista de su gigantesca presencia.

Un día de mercado en Gouda o en Volendam-Market es todo un espectáculo de animación y colorido.Quesos de todos los tamaños y calidades se ofrecen en una auténtica orgía gastronómica en la que predominan los tonos de oro que los identifican. Quesos jóvenes, frescos, recientes, alternado con los semicurados y con los viejos de fuerte sabor y delicioso aroma. Quesos con especias que resaltan su sabor o cuidadosamente tratados para ofrecer la suavidad de una textura cremosa y delicada. Quesos que parecen gigantescos reclamos, ofrecidos por vistosas campesinas de picudas cofias y escaparates urbanos, en las grandes ciudades, donde la variedad de los quesos atrae al paseante como un fastuoso decorado.

Y como complemento a esa agradable variedad de los tonos otoñales, los viejos edificios, los antiguos monumentos, los restos de un pasado repleto de historia y tradición, la belleza de sus templos o la curiosa arquitectura de las ciudades que tienen rincones capaces de trasladar a quienes los recorren a los tiempos remotos del medievo.

En cada ciudad, la casa del peso mantiene todavía la polea en su picuda fachada con la que se izaba el grano para el pago de los aranceles. En otras fachadas, deliciosos estucados o pinturas murales proporcionan un cálido a atractivo entorno al paisaje urbano.


Mas allá, en la gran ciudad, el estrépito de la circulación, la vorágine de los transeúntes o el entrecruzarse de los tranvías se unen a los destellos de los escaparates en los que refulgen los afamados diamantes que los maestros tallistas de Amsterdam trabajan con amor de artesano y minuciosidad de miniaturista.

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